miércoles, 15 de febrero de 2012

Venganza

Vivía en una casa aceptable, no era demasiado pequeña para los 3 miembros que albergaba.
Tenía todo lo necesario, o casi todo, por mucho que me quejara.
Siempre me mantuve un tanto distante con mis padres, tampoco me arrepiento de ello: eso me ayudó a salvarme.

Desde pequeña mi poder fue creciendo y aumentando a medida que pasaban los años. Me sentía bien cuando la oscuridad llegaba, era más fuerte.
Podía notar como temían mis enfados, lo que me transmitía superioridad.
Puede que ellos no lo sintieran, en mi casa apenas nos dirigíamos palabras. Alguna vez nos interesábamos débilmente por el otro, sin poner énfasis apenas.
Puede que a él si le agradara, y eso le hiciera reaccionar así. Nunca llegué a saber sus razones.

Llegó muy de noche, estaba borracho, como era habitual.
Pegó a mi madre, la oía gritar como nunca, y él se reía ante su dolor. De repente todo calló, un silencio sepulcral inundó la casa, me asusté, ¿la habría matado?
Bajé las escaleras, una lamparita iluminaba el salón con su tenue luz.
Él estaba chupando la sangre que brotaba de la herida situada en el lado izquierdo de su labio, seguramente causado por vanos esfuerzos de defensa de mi progenitora. Debajo estaba ella, ausente, sin el más mínimo atisbo de cualquier sentimiento que me hiciera sentir pena.
Se dirigió hacia mi mientras me llamaba, sentí asco, pero mantuve mi rígida posición.
"Has crecido mucho", dijo, e inmediatamente supe todo lo que eso conllevaba.
Empezó a tocarme, cerré los ojos, pedí que parara; pero no lo hizo, ignoraba mis súplicas.
Me desabrochó la camisa y sonrió, parecía gustarle lo que esta guardaba.
Y así siguió, pausado, voraz, mientras la repugnancia que sentía por llevar sus genes crecía a pasos agigantados.
Ya desnuda, me arrancó la poca dignidad que me quedaba. Era mi padre, y me trataba como si fuera su muñeca de trapo.
Mientras tanto, mi madre seguía pasiva, contemplando la escena.

Los odié, con todas mis fuerzas, y ese sentimiento era tan fuerte que no logré pararlo.
Al principio grité e intenté librarme de él, sin resultado alguno, y se rió ante mi forcejeo.
Pero tenía algo de lo que no disponían: un gran poder lleno de rencor.
Disfruté viéndole pedir perdón, llorando, suplicando por su vida, y más tarde arrebatándole la única posibilidad de conservarla.
Después fui a por ella. La prometí ser piadosa, y así hice; su muerte sucedió mucho más rápido.
Al terminar, destruí mi pasado.
No siento remordimientos por mis actos, ellos robaron lo único vivo que quedaba de mí; yo les pagué con la misma moneda.

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