jueves, 6 de octubre de 2011

Diario de un ratón.


Unos lametones sobre mi rosado y frágil cuerpo hicieron que despertara de mi sueño. A mi lado el cálido cuerpo de mi mamá no festejaba mi nacimiento ni tampoco el de mis otro ocho hermanitos.
-Mis niños, que preciosos sois. No os merecéis la vida que os espera, espero que tengáis más suerte que yo-nos decía mamá apenada.

Cuando abrí los ojos, pude ver a mamá, era preciosa, aunque no muy feliz. Estaba cansada de tener que sacar camada tras camada sin apenas descanso.
Algunos de mis hermanitos no estaban conmigo aquel día, mamá decía que se habían ido con los angelitos y que serían felices allí. Yo sólo espero que los angelitos estén cuidando bien de ellos.

Diez días después, cuando cumplimos 25 días, nos separaron de mamá.
Ese día estaba agotada, tenía muy mal aspecto. Estuve todo el rato con ella, cuidándola hasta que se despidió de mí.
-Adiós pequeño, mi niño te deseo lo mejor. Yo ahora debo irme con los angelitos, te cuidaré desde allí, te quiero.
-Yo también te quiero, mamá.
Sus ojos se cerraron y su corazón dejó de latir, su alma ascendió hasta el cielo para ir con los angelitos y ya sólo quedó su cuerpo frio en la jaula.
-Ya te echo de menos, mami-susurré apenado.
Un señor nos cogió a mis hermanos y a mi y nos metió en una caja. Antes de que la cerrara pude ver como cogía el cuerpo de mamá por la cola y lo tiraba a la basura. Ella no se merecía esto...

Tras 2 días de viaje volvimos a ver la luz, aunque esta vez estábamos en una tienda de animales.
-¿Ya ha llegado el encargo?-oímos preguntar.
-Sí, señor. Firme aquí.
-¿Qué hay ahí dentro?-dijo una mujer. Abrió la caja-¡Ratas!¡Qué asco!¡Son horribles!
Al parecer a aquella dependienta no le gustábamos.
El señor nos cogió y nos puso en otra jaula con ratones más grandes que nosotros, me daban mucho miedo.
¡Oh, mamá, si estuvieras aquí nos protegerías!
Los primeros días mis hermanos me protegían, yo, al ser el más pequeño de la camada, era también el más débil.


Poco a poco mis hermanos fueron desapareciendo, la gente que los compraba los quería a ellos y no a mí. ¿Por qué? Un día, con valor, le pregunté al ratón más viejo dónde iban mis hermanos.
-¿Qué donde van? Al encuentro de su muerte con la boca de alguna serpiente…
¿¡Cómo!? No me lo podía creer, mis hermanos que nunca habían hecho nada malo, a los que mamá había dado sus últimas fuerzas para salir adelante…mis hermanitos…

A partir de ese día estuve más triste aún, y más débil.
Las peleas comenzaron, los otros ratones empezaron a atacar, a morderme, y mi hermana no podía ayudarme esta vez, estaba ocupada sacando a su camada adelante…

Cada día la herida era más grande y nadie hacia nada para ayudarme ni remediar mi sufrimiento.
Algunas personas que se asomaban al escaparate se reían de mi dolor, mientras otras, apenadas, decían “oh, pobrecito” pero no me sacaban de aquel infierno ni hacían nada por mí. Yo sólo quería morirme y acabar con el dolor, ir con los angelitos y así volver con mamá y mis hermanos.
Un día, tumbado junto al escaparate, otro ratón me mordía la herida, ¡qué dolor! ¿Porqué mamá? Yo no les he echo nada, mami, haz que los angelitos vengan a por mí y me lleven a tu lado; no quiero sufrir más, porfa mami, haz que el dolor termine.
-¡Oh, pobrecito!-tres niñas me miraban a través del escaparate.
Tres niñas de muchas otras que se irían sin hacer nada.
Las vi hablar y seguir al dependiente. Volvieron con el señor. Una de ellas, decidida, dijo: “ese, el de la herida.”
¡No! ¡No quiero ser comida de serpientes! Salí corriendo por el pequeño espacio mientras la mano de aquel hombre me intentaba coger, hasta que finalmente lo consiguió.
Salimos de la tienda y yo ya me esperaba lo peor, lo bueno es que volvería a ver a mi familia, desgraciadamente pasaría los últimos momentos de mi vida sufriendo, como he hecho desde que llegué a la tienda de animales.
-Hola, pequeño-dijo la niña que sostenía mi cajita- te vas a poner bien, te lo prometo. No quiero que sufras más bonito.

La miré extrañado, ¿será verdad lo que dice?
-Chicas, tenemos que ponerle un nombre.
-Vale, Blanca. No sé… Suerte, Salvador, Salvado… ¡Salvi!
¿Salvi?¿Ese va a ser mi nombre? La niña me miraba feliz, una amplia sonrisa recorría su rostro.
-Salvi, Salvi bonito. A mí también me gusta Vera, le queda bien.
Mamá me llaman Salvi, Vera me ha puesto ese nombre. Me va a cuidar, ¿verdad?

Me hizo una jaula grande con juguetes para que me divirtiera, me llevó a lo que llamaba un “veterinario de exóticos” y la explicaron como me tenía que curar. Aunque la herida me dolía yo no la mordía, no quiero hacerla daño después de todo lo que ha hecho por mí.
Mamá, Vera me cuida muy bien, me ha dado una segunda oportunidad. Me da mucho cariño y me dice “te quiero, pequeño.” Yo también la digo que la quiero pero creo que no me entiende, espero que sepa que la quiero y la agradezco todo lo que ha hecho por mí.
Hoy mamá, los angelitos vienen a por mí. Vera llora mucho, sabe que me voy a ir y no nos volveremos a ver. Yo no quiero que llore, quiero que cuando se acuerde de mí sonría y recuerde todos los buenos momentos que hemos pasado juntos.

Vera, ahora me sostienes entre tus manos y me suplicas que no me vaya, tus lágrimas caen sobre mi cuerpo frío y casi inerte, y me acaricias cuidadosamente con tus dedos.
-Salvi, no me dejes por favor, quédate conmigo, no me dejes sola. Te quiero pequeño, espero que vayas dónde vayas seas feliz y te acuerdes de mí…
Yo también te quiero, y nunca te voy a olvidar, pero ahora debo ir con mamá y mis hermanitos. Los angelitos ya vienen a por mí, adiós, no llores, con ellos estaré bien…
Mis párpados se cerraron lentamente y en las manos de Vera ya sólo quedó mi frío cuerpo. Me acarició por última vez y dejó mi cuerpo en la jaula.
-Adiós, Salvi- me dijo entre sollozos por última vez.


1 comentario:

  1. Simplemente... qué historia tan bonita! Y que gran corazón tienes!

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