sábado, 27 de agosto de 2011

Cuando el remedio es peor que la enfermedad.

Llevo unos días bastantes tristes por la pérdida de una de mis niñas, ocurrió hace tiempo ya, pero no la olvido. Jamás la olvidaré.
Esta niña de la que hablo era mi hamstercita Kiwi, me gustaría contaros su historia.

La pequeña Kiwi llegó a mi una tarde del 17 de Marzo de 2011. Era jueves y, acompañada de mi amiga Blanca, visitaba la tienda de animales Mundo Azul.

Allí una dependienta nos dijo que tenía 2 robitas en la trastienda. Nos las enseñó, me enamoré de ella y su dulce carita desde el primer instante en que la vi.
A diferencia de su compañera ella era muy tranquila, se dejó coger. Fue entonces cuando la tuve en mis manos por primera vez.
Era pequeña, muy chiquitita. Y muy bonita también... ¿Bonita? Qué digo, era realmente preciosa.
Me la ofreció, me la regalaban, y yo no pude decir que no. A los pocos segundos tenía entre mis manos la cajita en la que se encontraba.
La sostenía con fuerza. Estaba feliz. Aquel era el comienzo de su nueva vida.

Kiwi tenía una pequeña herida en su nariz. Yo no pensé que fuese nada grave, había curado algunas mucho peores. La traté como una herida normal.

Poco a poco me fui dando cuenta de tus problemas: no crecía, ni engordaba. Seguía siendo casi tan pequeña como cuando la traje, demasiado para su edad. También hacía ruiditos al respirar, sonaba como si respirara con moquitos.

En compañía de Maria la llevé al veterinario. Estaba bastante tranquila. "Unos antibióticos y se curará"- pensaba.
Pero ni los antibióticos ni la desparasitación dieron efecto.
A parte de sus ruiditos ella estaba bien, y yo muy contenta con ella. Era muy mansita, se subía a tu mano, se dejaba acariciar, se dormía contigo.. Estaba bien, eso era lo que importaba.

Pero las cosas fueron cambiando, a medida que tomaba medicamentos ella empeoraba. Niguno la hacía mejorar, lo único que hicieron fue que mi niña empeorara muchísimo.
Ya apenas salía de su casita, solo alguna vez para comer, después volvía a dormir. Así todos los días.
Si la sacabas de su jaulita para que corriera se dormía contigo o caía dormida en un rincón a los pocos minutos. No podía más.

Aquel día estabas despierta, sí, te habías levantado a comer hace poco y estabas subiendo por el puente de madera. Puse la mano sobre el sustrato y tú subiste. Sonreí. Siempre tan buena, siempre deseando recibir mimitos.
Cerré las puertas y te solté por el pasillo para que corrieras. Te cansaste rápido, a los pocos minutos estabas dormida en la esquina de siempre.
-Vamos a la cama, cariño, estás muy cansada.- te dije con dulzura mientras te cogía cuidadosamente y te daba un besito de buenas noches.
El último que te dí. De un día para otro mi mundo se derrumbó. Amaneciste muerta, dormida en tu casita. Sin respirar, tiesa, fría...
Cuando tuve fuerzas te enterré debajo de un árbol. Un lugar bonito y tranquilo, te hubiera encantado.

Aún extraño oír el "tic-tic" de tu respirar por la habitación. Nunca pensé que los echaría de menos. Durante 4 meses había deseado librarme de ellos, y ahora daría lo que fuera por volver a oírlos, por volver a verte.
Kiwi, fuiste y serás mi gran luchadora. Por y para siempre.
En voz baja repito este texto, quizá allá donde estés puedas oírme. Ojala me estés escuchando.
Adiós, pequeña.



3 comentarios:

  1. Que preciosas palabras Vera. Me has puesto los ojos llorosos. Ella siempre perdurará en tu memoria. Un besote, muack!

    ResponderEliminar
  2. Lamento la perdida que tuviste :S. Me ha gustado mucho esta entrada y tengo algo pensado para mi blog. Con tu permiso me gustaria hacer una mencion a esta entrada :)

    ResponderEliminar
  3. No sabes cómo te entiendo.

    Pelusa, mi niña también se fue. Una rusita tan perfecta... :'(
    Gracias por tus palabras, pues gracias a ellas ahora me siento un poco mas acompañada.

    ResponderEliminar