jueves, 15 de marzo de 2012

Esperanzas

    >>Me besó con ternura en la frente, a modo de despedida, y allí me dejó; sola, de pie, entre los árboles como únicos confidentes, mientras veía como se iba alejando.
Quizá quería algo más de él, pues esperé en vano hasta mucho después de que no le viera. Pero no llegó ninguna palabra, ni se giró un solo instante, su silueta se fue ocultando entre el verdor del bosque a la vez que la oleada de calor que envolvía mi corazón iba desapareciendo, dando lugar a una fría sensación de añoranza.

Terminé mi relato y contemplé a mis oyentes, los niños parecían sumidos en un profundo sueño que ahora era únicamente interrumpido por su suave respiración.

Pero entre todos ellos unos grandes ojos pardos se hallaban en segunda fila, expectantes a mis acciones, quizá deseando que mis labios pronunciaran alguna otra palabra. Abrí la boca para preguntar, pero la pequeña se adelantó a mis palabras.
-¿Y qué más paso? Cuéntame como sigue la historia, por favor -rogaba con un destello de aventura en su mirada.
-Nada más, cariño, ahí se acabó todo -le respondí dulce.
-No, eso no es verdad, las cosas no se acaban así, sin más -negó con la cabeza, convencida. A pesar de su corta edad, la niña adquirió de repente una gran madurez-. ¿Qué ocurrió con Neus? ¿Acaso no le seguiste?
-No, él me dejó allí, y yo jamás hice amago de ir tras él. Así termina mi historia, las barreras que nos separaban fueron demasiado fuertes.
-Las barreras también pueden romperse -seguía diciendo, muy segura-. Yo misma encontraré la cura a vuestros problemas, para que rojos y azules podamos vivir juntos. Para que tú y Neus podáis amaros sin ningún inconveniente. Ya lo verás.

Y, tras sellar esa promesa, se levantó del asiento y abrazó con fuerza el peluche que tenía entre sus brazos. Se acercó a mí con esa sonrisa soñadora que parecía tan propia suya, y me besó cariñosa en la frente, como si quisiera avivar la llama que había ido apagándose en mi corazón.
Sin cruzar palabra, ella también se fue ocultando entre las sombras del pasillo, hasta que su figura se iba haciendo casi inapreciable.
Una brillante aura parecía alumbrarla, y en cierto modo le daba un aspecto fantasmal que no desentonaba con ella, pues aquella chiquilla no se asemejaba a ningún niño que hubiera conocido antes, y eso la hacía ser misteriosamente diferente.
Lo último que oí fue como tarareaba una canción en susurros, e instantes después ya había caído en un profundo sueño.
Un sueño dónde volvía a ver a Neus, y a Cornak, incluso a Moonlight; dónde volvía a traspasar la alambrada e introducirme en el frondoso bosque.
Y, esta vez, no había ninguna muralla. Nada podía separarnos.